¿Qué une a Cáceres con Miguel de Cervantes?

¿Qué une a Cáceres con Miguel de Cervantes?

Pues ni más ni menos que la sangre de un Ovando.


Nicolás de Ovando q debió nacer entre 1544 y 1545, era un joven enamoradizo, nieto del Capitán don Diego de Cáceres y Ovando. Llevaba el nombre de su tío, fray Nicolás de Ovando, gobernador de la isla Española en el Nuevo Mundo.
Este joven era, por tanto, hijo de casa rica y con un lisonjero porvenir. Resultaba un partido inmejorable para Andrea de Cervantes, hermana del escritor a quién debió conocer en Madrid.


No es extraño que Andrea Cervantes Saavedra, que debía tener unos 20 años ella también cuando se conocieron (la partida de bautismo está fechada en 1544), se cegara con el joven Nicolás y que el padre del futuro insigne escritor, de profesión cirujano-barbero con escaso nivel social y poco poder adquisitivo, viera con buenos ojos aquellas relaciones.

Aunque sus progenitores se opondrían a un matrimonio socialmente tan desigual, Nicolás de Ovando concertó matrimonio con Andrea pero desafortunadamente para ella, aunque bastante predecible para todos, nunca se casaron.
Quizás al enterarse del embarazo de Andrea y la deshonra que ello suponía Nicolás se echó atrás en su intención, pero como caballero de alta alcurnia y para evitar un escándalo, la indemnizó con varias cantidades de dinero. La niña se llamó Constanza de Ovando (o de Figueroa como aparece en otros documentos) y debió nacer entre 1565 ó 1566. Desde antes de nacer, la rica familia de Cáceres se desentendió de esa criatura y jamás mantuvieron relación.


Durante los primeros años de la vida de Constanza, Andrea encontró trabajo cosiendo pero en aquella época una madre soltera tenía poco porvenir. Finalmente encontró cobijo junto a su hermano Miguel y otra de sus hermanas, Magdalena, quién aparece como tutora soltera de una niña, Isabel Rodríguez, que nació 1584. Todas estas mujeres vivieron junto a Miguel de Cervantes, como cabeza de familia y protector aunque eran ellas las que aportaban continuamente cantidades considerables de dinero gracias a los hombres adinerados que las mantenían. Miguel se casó pero pasaba poco tiempo con su joven esposa y largas temporadas en Madrid o Valladolid, a su libre albedrío, escribiendo y compartiendo tabernas y teatros con otros escritores.

Hay que hacer un alto en esta historia para conocer a Isabel Rodríguez Saavedra y después de 1609, Isabel Cervantes Saavedra. Esta joven era hija natural (y extramatrimonial) de Ana de Villafranca (o Ana de Rojas) y de Miguel cuya relación comienza en febrero de 1584 llevando ella 4 años casada con Alonso Rodríguez que tenía una taberna en la calle madrileña de Tudescos (de ahí el primer apellido de Isabel). Miguel se casa en diciembre de ese mismo año con Catalina de Salazar y Palacios de Esquivías, (pueblo campesino de La Mancha), con quién nunca tuvo hijos. Ana falleció en 1589 y en 1609 el tabernero pasando Isabel a la tutela de los Cervantes a través de Magdalena, su tía. En 1609 aparece ya en los documentos adoptando el apellido familiar, Isabel Cervantes Saavedra.


Durante aquellos años difíciles y con más bocas que alimentar, Andrea volvió a amancebarse con otros hombres de los cuales vivía durante el tiempo que duraba la relación y cuando esta terminaba se veían en la obligación de pagar por evitar un escándalo público, para salvaguardar su honor, por renunciar a matrimonio, en definitiva, para que no se supiese abiertamente. Constanza de Ovando siguió los pasos de su madre y entabló relaciones siendo muy joven con un caballero, don Pedro de Lanuza, durante 4 años. Éste no quiso matrimonio y la indemnizó con 1400 ducados por el virgo, es decir, por haberle hecho perder la virginidad.


La primera novela publicada de Miguel de Cervantes fue en 1585, La Galatea. La buena acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse a escribir comedias pero poco podía hacer frente al afamado Lope de Vega. Cervantes pasó por penurias que le llevaron en varias ocasiones a dar con sus huesos en la cárcel, como aquella vez:

En 1604, estaba viviendo en Valladolid con sus hermanas Andrea, Magdalena y con sus sobrinas, Constanza y la supuesta hija de Magdalena, Isabel, en un piso situado sobre una taberna de mala reputación. Una noche asesinan en la misma puerta de aquella taberna al caballero Gaspar de Ezpeleta de quién se decía q andaba en amores con las sobrinas de Miguel; se las encarceló y acusó de prostitutas y a él de rufián. En el juicio las mujeres se defienden y se presentan como supuestas viudas o mujeres casadas, aunque de esos hombres nunca se supo. En ese juicio se dice que Isabel mantenía relaciones amorosas con un portugués llamado Simón Méndez; una testigo del proceso dice “que es público y notorio que está amancebado con la dicha doña Isabel, hija del dicho don Miguel de Cervantes, y esta testigo se lo ha reprendido muchas veces al dicho Simón Méndez”.


Un año después, 1605, se publica la novela cumbre de la literatura en lengua española, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y obtuvo una gran acogida pública, esto ayudó a que sus novelas tuviesen mejor crítica.


En 1609, Andrea fallece y poco después Magdalena. Constanza continuó su vida al lado del insigne escritor y estuvo cuidándolo hasta su ingreso en la Orden Terciaria de los monjes Trinitarios, pocos meses antes de su muerte en 1616. Esta oportuna llamada a la meditación y la oración no era divina, facilitaba los trámites y los costes de su enterramiento, así liberaba a su familia de pagarlos. Constanza falleció sola, también como monja, en 1624.

Isabel Cervantes obtuvo a lo largo de su vida una posición desahogada. Contrajo nupcias en 1606 con Diego Sanz del Águila, de quien tuvo al año siguiente una hija bautizada como Isabel Sanz del Águila y Cervantes, aunque se cree que pudo ser hija de Juan de Urbina, su amante. La niña murió dos años después de nacer, en 1608, así como también su esposo. Isabel se quedó viuda pero no desamparada pues pronto saldrían a la luz sus relaciones con Juan de Urbina, hombre casado que ejercía como secretario del duque de Saboya y muy oportunamente, a los pocos meses de haber enviudado, contrajo segundas nupcias. En el contrato matrimonial se afirmaba que Isabel aportaba como dote diez mil ducados, resultaba imposible que los cervantes hubiesen podido pagarla. La dote de Isabel procedía de la «desinteresada» generosidad del citado Juan de Urbina, quién de esta manera cuidaba sus propias espaldas de los escándalos que le podría ocasionar.

Isabel consiguió vivir de manera desahogada y aprendió a cuidar de sí misma. Se alejó de la familia de su padre con quién tuvo fuertes disputas a lo largo de su vida y finalmente se desentendió del escritor unos años antes de morir éste. Sin embargo, como hizo el resto de su familia, al final de su vida ingresó en una orden religiosa para morir piadosamente como monja en 1652.

Las mujeres amancebadas:


Qué vida más dura las de esas mujeres a las que no se las consideraba «personas» y que vivían sometidas al juicio y la moralidad de la Iglesia, al abuso y el maltrato de los hombres. La frase más común para una mujer de clase media que buscaba salir de la inmundicia y ser atendida y cuidada era “maridos no, amancebados sí» ya que se refiere a amores al margen de la legalidad, fuera del matrimonio, ese amor cortés idílico desembocaba en el “amancebamiento”.


Según la documentación protocolaria, los amancebamientos no eran muy comunes en el  Madrid del siglo XVII aunque la literatura los presenta continuamente, lo cierto es que hay que tener en cuenta que solo nos aparece cuando son denunciados, pero muchos pasarán desapercibidos o sencillamente no se llegaban a denunciar.
El amancebamiento se da entre un hombre casado y una mujer “doncella soltera” así denominada en la documentación. Cuando se daba, el hombre debía de ser en una clase social con holgados recursos económicos, porque de lo que se trata es de “mantener “ dos casas, el hogar familiar y el amancebado, aunque también se sabe que realmente no siempre era así y que existía entre todas las clases sociales, eso sí: el hombre siempre tenía una posición más elevada que la doncella.
El amor cortés, tan frecuentemente relatado en los libros de caballerías y las novelas de la época, era el otro tipo de relación extramatrimonial donde se buscaba el juego de la galantería, el coqueteo aunque detrás de la obsesión amorosa de una gran parte de la sociedad femenina lo que en realidad existe es una acuciante necesidad de sobrevivir. En muchos casos, la preocupación del varón de que esos amoríos con mujeres de una clase social inferior no saliesen a la luz pública representa para la mujer una suerte de oficio al que se dedica con todas sus energías porque en la mayoría de los casos sabe que lo que está poniendo en juego es su superviviencia. Así, cuando una relación terminaba, normalmente por decisión de él, ella solía reclamarle una compensación. También podía suceder que ella hubiese encontrado otro amor cortés de mejor posición. Tanto la jovencita en busca de marido como la casada, como la bígama o la prostituta utilizaban a los miembros del sexo opuesto como un punto de apoyo y una plataforma social.

Bibliografía:


SANCHEZ ORTEGA-E. La mujer en el antiguo régimen: tipos históricos y arquetipos literarios. En Actas de las Primeras Jornadas de Investigación Interdisciplinar. “Nuevas perspectivas sobre la mujer». Madrid 1982.

TENORIO LÓPEZ, P. Realidad social y situación femenina en el Madrid del siglo XVII. Tesis doctoral. Madrid 2002

KRZYSZTOF SLIWA. Sobre Andrea de Cervantes, ANALES CERVANTINOS, VOL. XXXVII, PP. 225-238, 2005 ISSN: 0569-9878 

Webgrafia:

https://dbe.rah.es/biografias/71050/isabel-de-saavedra

https://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=saavedra-isabel-de

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